Señores ¿Qué hago yo aquí? Discurso en la Plaza del Rectorado de la UCV, 2003


Discurso en la Plaza del Rectorado de la UCV, en la marcha de la Comunidad Universitaria por la Salud el 4 de abril de 2003

Señores ¿Qué hago yo aquí? 

    Esa es la primera pregunta que me acosa, y que ustedes también deben estarse haciendo. Después de 25 años de discreta presencia en las aulas, ¿qué me ha empujado a treparme en esta tarima y a vociferar delante de tanta gente? Cómo he llegado a esta plaza tan expuesta ? No lo creerán Uds. Ni lo hubiera creído yo pero he decidido que es una pulsión bastante elemental la que me embarga : el ASCO con el que me levanto cada mañana desde hace 4 años.

    El asco por la situación de postración de la salud, el abandono de la gente sufrida, la impunidad, la mescolanza impávida del nombre de Bolívar con todas las negociaciones sucias imaginables, el desprecio por la cultura y el arte, es decir, El ASCO MULTIDIMENSIONAL.

    Creo que la palabra ASCO es la respuesta unificadora. El asco es lo que nos tiene aquí, hermanados por la decencia ciudadana. Y para combatirlo hemos venido a hacer un exorcismo: con esta bata aséptica para protegernos del morbo y esta boina azul para incubar nuestros sueños.

    Mi padre en 1928 puso sobre la cabeza de Armando Zuloaga Blanco la primera boina que llevó un estudiante en Venezuela, prenda que luego sería insignia, este mundo de azules boinas que dice el himno de la Universidad, y en mi casa se conserva la boina que llevaba el estudiante Eutimio Rivas, el día en que fue asesinado en la jornada del Día del Estudiante, el 14 de Febrero de 1936. Así que la boina del pasado me llamó a esta cita con el porvenir. Porque sí tiene algo que ver conmigo. Mis tías, las hermanas de mi padre, con la grandiosa María Teresa Castillo, patrona de la cultura venezolana, y con Ana Julia Rojas, hicieron con sus manos las boinas que los estudiantes de la Universidad Central llevaron como emblema de aquella protesta que es la página de mayor gloria escrita en esta casa de estudios.

   Queremos ahora rescatar la honra de la Universidad, pisoteada por esa caterva derrelicta de diplomados con pistola por la Oficina de Planificación del Sector Universitario,

    Y también estoy aquí porque es la hora de robustecer el recuerdo de nuestro héroe máximo, el prócer civil por antonomasia, ese médico que fue el primer rector de la Universidad republicana y porque todo lo que él encarna para nosotros está en peligro de desaparecer. Sí, estamos aquí para enfrentar a los bastardos de Carujo, esos que pretenden, si los dejamos, declarar día de júbilo el 8 de julio, día en que Pedro Carujo hace preso y envía al exilio al sabio José María Vargas. A ése a quien la memoria de estos bárbaros que nos desgobiernan pretende borrar: ese es nuestro titán, no es Tirofijo ni el Che Guevara ni Lina Ron. Que entre los tres tal vez ensamblen un Carujo.

    Y por último, estoy aquí porque quiero invocar a la gran masa del pueblo venezolano, relegada a la miseria durante siglos (y no sólo durante los últimos 40 años, como dice el gran embaucador), oportunistamente, para quitarle culpas al ejército del que él mismo proviene, tan corrupto como los partidos, cómplice suyo en estos 40 años, y que, antes, gobernó a Venezuela tan desastrosamente como ellos durante otros 140: pero los métodos para lograr esos objetivos son, no sólo populistas en el más grosero de los sentidos sino falaces: 140 años de Presidencias militares frente a 49 de Presidencias civiles. (De esos 49, las últimas 4 décadas, repito, hacen 40 seguidos). Y con el teniente Chávez, la cosa aumenta.

    ¿Quiénes tienen, pues, mayor responsabilidad en las desgracias de la Patria?

    Óigase bien, “148 años nos había costado empezar a descubrirnos capaces de confiar en nuestras facultades para ser libres, y más de medio siglo para aprender que se puede «vivir en común» (en república) sin tener que obedecer ya más al poder del silencio y la mandonería como dijo en aquella memorable jornada Luis Castro Leiva, el 23 de Enero de 1998, cuando se veía aparecer de nuevo a los gendarmes del pasado, esa lluvia de incapaces que hoy anega todos los resquicios del estado.

Ya basta de militarismos primitivos e incultos, como plagas recurrentes de langostas insaciables, a lo largo de casi dos siglos de vida independiente.

    En síntesis estoy aquí yo por mis hijas y por los hijos de todos los venezolanos que aman la libertad porque anhelo el rescate de la majestad del poder civil. Porque mi hijas dejen de sentirse exiladas en su propio país, perseguidas por listas que un día no lejano formarán parte de la Historia universal de la infamia.

    Que sea nuestro un proyecto de vida desvelado: El fin último de la universidad es hacer que germine en la mente de sus enseñados La república del hombre justo, la fórmula que mi propio padre escribió y puso en boca de Vargas:

    Receta sin contraindicaciones para la sed y la oscuridad Agua y luz, luz y agua, la fórmula del iris.

    El Espíritu de la Leyes dice textualmente: “Es una experiencia eterna que todo aquel que llega al poder tiende a abusar. Para que no pueda abusar es necesario que, por la misma disposición de las cosas, el poder contenga al poder”.

    Esa es la base teórica de la división de los poderes que, al parecer, molesta, estorba, disgusta y enoja al Ciudadano Presidente de la República.

    Muy someramente, jóvenes estudiantes que nos acompañan hoy, quiero traerles unas cifras de escalofrío. En los últimos 10 años, es decir, desde el mandato asustado de Rafael Caldera hasta el de su ahijado el héroe del Museo Militar, han aparecido 4 millones de jóvenes egresados del sistema educativo en solicitud de trabajo. ¿Saben ustedes cuántos consiguieron trabajo? 400.000. 3 millones y medio todavía no lo logran. Y en este último año, aparecerán 250.000 graduados, más 130.000 desertores del sistema educativo que no pudieron seguir estudiando, y buscarán empleo. Y de esos 400.000 solo unos 30.000 lo podrían conseguir, si las condiciones económicas se mantuvieran como en Octubre de 2002. Estas son cifras recién divulgadas por el IESA.

    Así, mis queridos alumnos, sepan Uds. que este sistema los está estafando. 9 de cada 10 de quienes me escuchan, que han depositado sus sueños de futuro en esa carrera a la que le dedican todos sus desvelos, NO conseguirán trabajo. Si tienen suerte, emigrarán. Mientras este futuro patético nos alcance, el Rasputin de la OPSU decide quiénes de los profesores cobran y no cobran. La mayor gloria de mi marchito curriculum docente, sería que me dieran un certificado de no haber cobrado por cuenta de mi adhesión a los principios que alentaron el paro cívico. Justamente cuando aprendimos a ser ciudadano, por primera vez en nuestra vida. Por contraste quiero que Uds. sepan y lo divulguen, que en nuestro departamento, ostentosamente llamado Cátedra universitaria, NO HAY UNA SOLA REVISTA CIENTÍFICA desde hace unos años. No hay dinero para esas minucias. QUE NO HAY INTERNET, y que las lecturas sobre los avances de la medicina se deben exclusivamente a las revistas a las que cada profesor buenamente se suscribe por su propio bolsillo. Que casi en todos los casos, el precio de la suscripción equivale a un mes del salario del profesor correspondiente. Cada uno de nosotros subsidia al sector universitario para poder transmitir un conocimiento actual y moderno al discípulo. Hemos copiado fielmente las fórmulas cubanas.

    Así que además de asco, el hambre nos ha concitado aquí : trasunto de hambre de LIBERTAD, hambre biológica, pero también hambre intelectual al carecer de los instrumentos básicos para adquirir conocimientos: libros y revistas científicas.

    Y el miserable que maneja a su antojo el presupuesto de la educación superior, se digna fungir de perdonavidas: a éste le paga y a aquel no, bien informado por la red de soplones “bolivarianos” que mantiene en cada escuela para saber quiénes le son afectos al teratológico “PROCESO”. Qué manera de mancillar el nombre de Bolívar. Mientras se acabaron esta semana los reactivos para procesar la sangre y detectar la hepatitis B y el SIDA, y por lo tanto se condena a a todos los venezolanos menesterosos que no pueden pagar atención médica, a infectarse, señores, la ministro de Sanidad se dedica a esa blasfemia llamada el PROCESO. El proceso ahora incluye las transfusiones bolivarianas. O sea, sin serología. Y esto, señores, no lo tolera un espíritu sin ASCO.

    Casi todo lo que hemos estado hablado hoy nos provoca un revoltijo en el estómago: hemos aprendido que ahora, la ética es una rama de la gastroenterología.

    Como disertamos sobre el ASCO y sus variaciones, también traigamos a cuenta el haber visto el oprobio de llevar al Cabito, al sátiro asesino de Cipriano Castro al Panteón Nacional, que hasta entonces era “el cofre donde la patria guarda el tesoro de sus grandes amores”. Un resentido social llevando al Olimpo a otro resentido social. Por cierto, parecido a él en más de una cosa, pues se dice de uno que conversaba con los bustos de Bolívar mientras el otro le guardaba un sitio en la mesa. El gerente de Bolívar en la tierra, como decíase en tiempos de Guzmán.

    Señores, estamos nosotros mismos reviviendo de manera atropellada los mitos de nuestra historia. La escena primaria de nuestra vida republicana se reproduce. De nuevo, ante los ojos atónitos de los venezolanos que creían merecer vivir el siglo XXI, se desenvuelve la escena más dolorosa de toda nuestra vida política: La tragedia de la lucha entre el guapetón y el justo, entre el civismo inerme y la barbarie con cuchillo. O con fusil, ahora.

    Y cuando creía que solo sería historia patria antigua, veo materializarse ante mis ojos las crónicas de la historia hechas por mi padre:

...el mito providencial del domador de turno, siempre plantando un hombre para comer sus frutos, siempre contrabandista de mentiras, pasándole un contrabando al tirano y otro al pueblo, filibusteros del argumento sociológico, piratas de la gendarmería tutelar, guardia civil del pensamiento esclavo.

    Señores, estudiantes, profesores, gente toda de pensamiento: Que se borren de una vez de nuestra memoria los uniformes militares, no queremos más héroes de montonera, madrugonazo, asonada y traición. Basta de desangrar nuestros campos y nuestro presupuesto con esos tuteladores de nuestro bienestar. El país está infestado de fusiles y peinillas.

    Por eso se nos engrandece el nombre del Mariscal Sucre, el Abel de Colombia, al que hay que ir a buscar como bandera contra esos zafios falsificadores de la historia que nos pretenden enjaular. Y cuántos de ellos saben que Antonio José de Sucre encarna, por encima de cualquier otra cosa al Militar Civil que no confió jamás en la virtud de las armas en tanto que medio encaminado a normar la vida institucional de las naciones. Así que su nombre al lado de nuestros próceres ciudadanos es de una significación inconmensurable en esta hora.

    Es hora de sacudirse la sombra de Bolívar. Cito a otro de nuestros arquetipos, el ilustre Pedro León Zapata, peligroso enemigo del régimen porque piensa mucho:

    Hay quien cree que la patria es propiedad exclusiva de los cuarteles. Y, después de la patria, la bandera, el escudo, el himno nacional y Simón Bolívar. Y resulta que no: a todos nos toca un poquito de patria, un poquito de bandera, un poquito de escudo, un poquito de himno nacional y un poquito de Simón Bolívar. Todos tenemos esos derechos.

    Al mismo tiempo, hay quienes tienen como único oficio el pensar y quizás lo hacemos a falta de armas. Yo pienso, y, además, gratis ... porque el ministro de Educación no nos da un revólver a nosotros, como sí se los da a esos inspectores bolivarianos, y entonces andamos en el vicio de pensar, porque no tengo un revólver. Quizás si lo tuviéramos no andaríamos pensando.

    Y es a través Vargas y de Fermín Toro y de Zapata y de otros como ellos cómo se logra salir de la sombra de Bolívar- que nos la tienen confiscada- para acercarse a la luz de Bolívar, que ellos desconocen.


Luis Felipe Blanco Iturbe. Caracas, 4 de abril de 2003.

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