La Coronación de Carujo
Hoy está a punto de consumarse una de las más viles artimañas de esta barahúnda cavernaria que todavía engulle los despojos de país. En la inaceptable tramoya no hay, cosa insólita, un afán pecuniario inmediato, como se acostumbra encontrar en cada gesto del clan de truhanes. No, en este inicuo ataque se trata de despojar a la historia misma de significado. Cambiarle el nombre al Estado Vargas.
¿Una guirnalda de gratitud a alguien? NO. No lo es. A mi admirado amigo, tribuno, historiador Manuel Alfredo Rodríguez, que antes de desaparecer dejó bien clara su postura atrincherada contra el déspota originario, oí decir “Cuando un gobierno como éste decide bautizar un hecho, un lugar o hasta un libro, no mires en homenaje a quién lo hace. No, mira CONTRA QUIEN lo hace”. Esa es la lupa para escrutar cada gesto de la brutalidad encumbrada.
Qué relevancia tenía cambiarle el nombre a la represa del Guri, para cuya operatividad esta cuadrilla nunca movió ni el dedo meñique? Todo lo contrario, ejecutó su ruina. Obvio, era la forma de borrar el nombre del presidente Leoni. ¿Y denominar al Parque del Este Parque Miranda? ¿Es que el Generalísimo no ha recibido copiosas y colosales distinciones? ¿Añadir al Parque su nombre agrandará más su gloria? NO, era otro vano intento por quitar toda memoria del verdadero padre de la democracia venezolana.
Y la más ridícula, por la adulancia implícita y la desproporción histórica, es la de despojar a Andrés Bello de la titularidad de la Avenida Intermunicipal Barcelona-Puerto La Cruz y cambiarla por la de un sujeto conocido solo por la hombrada de secuestrar a un industrial norteamericano, y prohijar a uno de los más torvos personajes de nuestra tragedia actual. Así de simple. Y en lo de hoy un jenízaro de dudosa ejecutoria y medallas de oropel dio en la flor de querer cambiarle el nombre del Estado Vargas, y una cámara edilicia vergonzante se lo aprueba. Aquí está la impar razón: Es el único estado de Venezuela cuyo epónimo es un CIVIL. Una afrenta de matón callejero comparable a la carujada. Una intentona de repetir ante nuestros ojos la escena primaria, el pecado original de la Venezuela republicana –
Fíjense, en el año 2007 Manuel Caballero, vidente, escribía "..el próximo paso podría ser cambiarle al Estado Vargas ese nombre.. y llamar, en vez, al litoral caraqueño 'Estado Carujo' para honrar así al santo Patrono de la felonía militar". (*)
La indignación no puede dejar pasar este nuevo sopapo a la urbanidad. Si Bogotá era una academia y Quito un convento, Venezuela ya está madura para dejar de ser un cuartel de segundones. 140 años de ignorancia y charreteras. ¿Solo son los generales de la Independencia y los nombres indígenas los que per saecula saeculorum acapararán toda dignidad y todo designio grandioso? En manos como éstas Venezuela se petrificará mirando el pasado. Ningún civil accederá nunca a un bronce si José María Vargas no es digno de inscribir su nombre en la eponimia de su estado natal. El estigma militar aspira a seguir marcándonos como herradura de ganado.
Seguro que la idea de disolver todos los méritos de Vargas no salió del elemental discernimiento del básico gobernador. Hay que buscar más arriba. Entre esos que soslayan candorosamente el hecho de que fue Vargas el Albacea testamentaria del Libertador, junto con José Laurencio Silva y Pedro Briceño Méndez. Tal vez un mérito minúsculo para las tropas desbocadas de la Guerra federal y sus descendientes. Gestos como éste revelan lo insincero y manipulador de los superfluos adjetivos “bolivarianos” de la satrapía comunista. Caporales, capataces, segundones.
Mi padre escribió una sola novela. Una novela-ensayo. Se llama Vargas, Albacea de la Angustia. Admiraba con endocárdica pasión al sabio venezolano por antonomasia. Yo invito a cada uno de quienes esto leen a buscar el discurso del 3 de marzo de 1937 en La Guaira, en su homenaje. Es la apología y la hagiografía al Prócer Civil de Venezuela. Cada venezolano debería conocer lo que el sabio significa en nuestro propio orgullo, en nuestro santoral republicano. Entresaco algunas citas de aquella oración:
“ …No es un monocultivado como la mayoría de nuestros profesionales Su preocupación la universaliza el pensamiento… traduce el Contrato Social, y lo lee a los amigos.. iba haciendo a los hombres que debían llevar las banderas de las ideas…es precursor de las logias revolucionarias… cuando el terremoto del jueves santo se encuentra en La Guaira y allí sudó sobre sus ruinas arrastrando muertos y curando heridos..vuelve a Cumaná y allí lo atrapa Cerveriz y lo devuelve a La Guaira, pero a las bóvedas donde debía pagar su devoción a la patria" (Nuestro abuelo Escalante venia preso con él, añado).
“Cuando se va a Europa se hace sabio en todo, en medicina como en historia, en literatura como en botánica”.
“Aquí en la ciudad de Vargas bajo el sol de fuego que lo vio nacer sepa a promesa el voto que hacemos de caminar hacia su hora… no importa lo dulce o lo amargo de su hora pasada y presente si frente al bronce del apóstol se afirma la voluntad”.
Hablaba entonces en la estela de la muerte de Gómez, cuando un verdadero nuevo siglo se iniciaba para la nación, lleno de esperanza porque amanecían las libertades. Entonces expresó una idea que puede parangonarse con este momento de 2019, cuando los ímpetus de libertad renacen y marchan a ver nacer un verdadero siglo XXI:
“La hora de Vargas está esperándose a sí misma en un viejo reloj, entre un minutero de angustia y un horario de esperanza. Hoy asistimos al comienzo de un proceso semejante al de 1834, fenece un ciclo militar atropellante y comienza una etapa de transición que históricamente debe conducir en el próximo periodo constitucional, a la Hora de Vargas, a la Consagración del Poder Civil.”
Luis Felipe Blanco Iturbe.
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