En los 60 años de la muerte de Andrés Eloy
Discurso de Orden ante el Ilustre Cabildo del Municipio Palavecino, Estado Lara.
Luis Felipe Blanco Iturbe.
21 de mayo de 2015.
Un clamor de gratitud se me escapa al estar de nuevo acá en este Lara tan entrañable y por tan sensibles motivos. La intangible compenetración entre mi padre y la provincia de los primeros pobladores se monta a los años 1920 y ha sostenido su energía mucho más allá de su muerte. Andrés Eloy nos cuenta desde su tribuna parlamentaria que la casi totalidad de la población venezolana desciende de aquellos dos centenares de hombres que encontró Pérez de Tolosa cuando llegó a El Tocuyo en 1546. De sus 60 000 descendientes en 1650 se originará casi exclusivamente la población de Venezuela. En repetidas ocasiones se jactó A. E. de tener la sangre de Don Damián del Barrio, que con Losada, fueron los primeros alcaldes de la ciudad. Hasta esa honduras llegan las raíces de su afecto por este “nudo vital de la nacionalidad venezolana” como lo llama Arturo Uslar Pietri.
Y a Barquisimeto, a la que nos unen tantos lazos de apego. Las parientes Silveira le abrían las puertas del recuerdo de sus días de cárceles. Las multitudes que se sacudían con sus arengas en el circo Arenas para encender los mìtines . Una vez caída la dictadura que creímos la última, la primera promoción de bachilleres que llevó el nombre AEB la celebramos acá en el viejo Hotel Nueva Segovia. En repetidas ocasiones, unas junto con mi madre y la última ya sin ella visité el primer Colegio Andrés Eloy Blanco que luego fuera Colegio Universitario, gracias a la devoción de la Sra. Garmendia.
Aquí el 25 de mayo de 1962 se inauguró, bajo la idónea gubernatura del férreo Dr. Eligio Anzola, miembro prominente de la generación que hizo la democracia, la plaza Andrés Eloy Blanco y el busto, con un hermoso discurso de Don José Nucete Sardi. En esos mismos días vi sembrar su busto en el dulce y entonces recóndito pueblo de Sanare, cuyo municipio le honra con su nombre. Reverberantes son los abrazos a través de 90 años.
Con México en su destino
Y bien, hace 60 años. En su séptimo año de exilio en la Arcadia de Mesoamérica, un automóvil se lo llevó de vuelta a la comarca que en sueños habitara desde niño, la región maravillosa del mago de la alfombra y Clavileño.
Dejó tras de sí una senda límpida, material para una fábula sobre lo más noble que ha dado esta tierra lo largo de una historia de inverosímiles sobresaltos.
Su abuelo, su padre, médicos e inermes, conocieron destierro o cárcel, sello con que la precursora de la independencia americana marca a sus hijos civiles insumisos . Él mismo, sin más armas que un multígrafo acompañó la gallarda lucha de los estudiantes de 1928. Y sin ser parte de esa generación, fue a dar con sus huesos a un castillo submarino- la tenebrosa fortificación de Puerto Cabello- y literalmente, con su osamenta escueta salió de ella hacia un confinamiento en los Andes venezolanos-.
Su vida resume en un relámpago el pasmo de nuestra historia. Marcó con su voz lo que en términos de libertad merece llamarse el día primero de la Creación, lanzando al mar los hierros que atenazaron los pies de los soñadores de libertad durante 35 años. Fue con ello iluminado arúspice de una democracia que le debe a él gran parte de lo que llegó a ser. Pese a no vivirla sino por escasos 13 años- dejó las líneas maestras de lo que debe ser una república al clausurar las sesiones de la Constituyente de 1947 , dejando entre las hojas de la Carta Magna “con sus cuatro pétalos abiertos, la flor de las cuatro libertades”.
Salió a las calles con el siglo XX venezolano- que como sabemos emerge de las cavernas en 1935- , y en 1948 es aventado al destierro cuando la tierra regurgitó sus demonios en otra cuartelada que lo arrojó al exilio definitivo. Un destierro que cumplió con fe incólume. Sin que nada destruyera la gloria de su sonrisa. Amortiguado por la solidaridad irrestricta del espíritu libre convocado en su dulce tierra de préstamo.
Disculpen el sesgo de mis palabras, pero yo cuento la historia de un niño del éxodo, que dejó Venezuela a los 3 años y la reencontró a los 10. Un cuento hermoso, vivido a la orilla de un padre que manaba amor en las enseñanzas de la patria lejana y era puro agradecimiento por el albergue de los días de intemperie. La hora de su muerte fue la hora culminante de un exilio y en este recuento es difícil soslayar que más que una vida sin patria fue una niñez con dos patrias.
Volviendo mis ojos al camino andado desde aquella noche trágica, su sombra se asemeja a la efigie del Buda al que cantara en 1923
Por tus meditaciones por lo que no existe
Cuando en silencio de bandada triste
poblaste de alas blancas la angustia de la higuera
Por la eficacia de tu sufrimiento
Por la profundidad de tu ternura
Por tu sonrisa helada en el portento
Sereno Bhagavat de trenza oscura
De esos últimos días de ostracismo tengo las más sólidas memorias. Allí transcurrieron, en paradoja los días más serenos y con cielos más claros. Nos rodearon y absorbieron las deidades del mundo asombroso olmeca, tolteca, chichimeca y mexica, plateresco, imperial y revolucionario. Es el caudaloso y heteróclito material de mi memoria.
Como un inaudito presagio de su destino, el día en que se recibe de abogado esta allí el poeta azteca José Juan Tablada, y le dice “Recibe Ud. un escudo para la vida. Que este escudo no pese demasiado sobre el corazón”.
Otro augurio singular, intempestivo, acaece cuando escribe desde la cárcel al maestro José Vasconcelos, advirtiéndole que
“ si la liberación que ha de venir no ha de ser sino una prolongación de nuestras clásicas danzas de espada, preferimos seguir acá en la perfecta libertad de la esperanza”
Doce años más tarde le toca escoltar a Bolívar en su entrada triunfal a la Ciudad de los Palacios, el más feliz de sus encuentros al consagrar su estatua con una voz de resonancias épicas. Su oratoria- arte en el que alcanzó cotas soberbias- estremece a un auditorio altísimo. La multitud es presa en la red de su elocuencia frente al hombre del caballo de bronce que en la entrada de Chapultepec se levantaba glorioso. Uno de sus más afamados discursos:
“ ...lo mas parecido a un hombre es su cadáver , y si a esculpir muertos vamos , saludemos a la muerte que hace cadáveres perfectos , pero la función de la patria ha de ser función de vida … colocamos la estatua de un hombre en una plaza para que dirija el tránsito de la dignidad nacional. .."
El último eslabón de su destino lo encontrará esta vez arrojado de su patria, a contemplarla “como al amor los viejos”. En el México que Martí llamó Pueblo Varón, “refugio de perseguidos que aman la libertad”, escribirá sus versos postreros. Allá fuimos a la escuela sus hijos . Y a un tiempo escuchamos las prédicas del padre,
“de aquella patria más poblada en la gloria que en la tierra, que el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera”
mientras se imaginó capitán de
“una balandra que soñó un gran viaje y envejeció lavándose las velas” .
Consustanciados con ese polvo de México que cuando cae en el alma ya no se puede quitar, como aconteciera a Malcolm Lowry, nos dejó el espíritu anegado con los raudales que bajan por su esplendorosa historia.
Si nunca aspiró a galardones académicos, la fortuna le premió con un Doctorado Honoris Causa en la Ilustre Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el 9 de mayo de 1953. De ese día feérico tengo claro en la memoria el escenario, con las chalupas de los pescadores como libélulas balanceándose al fondo en el idílico y esdrújulo marco del lago de Pátzcuaro. Y de las palabras, éstas:
“Nos dijo un moralista francés que la generosidad no consiste tanto en dar mucho, sino en dar a tiempo…en el caso mío la insigne universidad michoacana me ha dado mucho y a tiempo. Mucho por la calidad del honor que me confiere.. y a tiempo, porque me deja tan ceñido a lo mejor de México que me entrega la llave de la casa, con el don de pensar en lo mexicano en forma tan señera y delicada que lo que era refugio se me viste de patria..”
El desenlace
Ahora viene la saga del largo viaje de su féretro. La torpe muerte segadora lo sorprende el día en que homenajea al compañero Alberto Carnevali caído en el cautiverio venezolano justo un año antes. Permaneció un mes en la capilla ardiente del Panteón Español, porque el precavido déspota, visitando el Perú, esperaba estar de vuelta y desalentar inciertos disturbios. La artera pluma del poeta mereció 5 años de mazmorras y por ello más cuidado habría de tenerse con su cadáver. A la vuelta del tirano, y solo a través de la negociación lograda por influyentes parientes, se accedió a su repatriación. El ataúd fue prácticamente arrestado al aterrizar, como le correspondía a quien fuera reo de tan alta peligrosidad. La valiente asistencia del pueblo , las notas del himno nacional estremecedoras en la voz de las alumnas del Colegio Santa María, llevadas allá por la indómita Doña Lola Fuenmayor, son contundentes y tiernas muestras de un amor correspondido.
Los valerosos jóvenes que alzaron su voz en el sepelio, apresados, pagando con cárcel la osadía. Heroico papel que esos estudiantes de 1955, émulos de los de 1928, y ancestros de los de 2014, han jugado en la desigual batalla por el alumbramiento de la democracia venezolana. Después de 25 años de celoso reposo en el camposanto familiar le fue concedida la distinción del Panteón. Fue aquel entonces el tercer domicilio del féretro errante.
Su último sepelio fue una entrada triunfal en el Olimpo. En hombros de su pueblo, del Cementerio General del sur al Palacio Legislativo al que enalteció con su verbo de tribuno esclarecido y donde dejó su impronta con la Constitución, "el mas democrático documento en la historia de la nación venezolana" (Austin Mac Donald). En el entonces sagrado anfiteatro de las Leyes se le recibió como a Víctor Hugo en su hora. De allí a al viejo templo de la Santísima Trinidad, a la diestra del Padre de la Patria. Desde aquel día mora en un panteón celestial, intocado, el poeta bienamado del colectivo.
Prócer y Poeta
Pero fue mucho más que eso. Fue el prócer civil por antonomasia, el lugar que reclamo yo, por encima de sus buenos o malos modales poéticos. Embelesó al pueblo con su canto y se enorgullecía de eso. Hizo suya desde los tiempos del Castillo lúgubre la vieja frase de La Bruyere: “Si es necesario optar, no tengo ninguna duda. Yo quiero ser pueblo”.
A los tiernos 25 años escribió un poema a las glorias de España. Ganó un premio en un certamen continental, y fue famoso. Desde entonces ningún otro poeta ha sido tan famoso. Como se sabe fue ungido con el sacramento de la palabra. Porque tenia eloquentia corporis como mandaba el romano tribuno.
Ahora vamos un poco más atrás en el recuerdo. En 1915 se gradúa de abogado y se va a probar suerte al Llano: le toca defender a Doña Pancha Vásquez "arcilla para el modelado de Doña Bárbara” . Y de aquel tiempo cuenta:
“Comenzaba yo a ejercer en los llanos de mi tierra la profesión de abogado, oficio que debí abandonar al darme cuenta de que en mi país para ese tiempo el poder judicial era un pequeño predio del Poder ejecutivo”.
Eso fue hace 100 años. ¿Y habrá hoy que disimular una sonrisa?
Su figuración política dura apenas 13 años, desde que se aparece en las calles de Caracas bautizando “Juan Bimba” al hombre del pueblo. Pronto inicia su identificación con el programa y la ideología del Partido revolucionario mexicano durante la Presidencia del general Cárdenas, y su primer cargo electo es Concejal por la parroquia caraqueña de San Juan en 1937. De allí su lucha por la reivindicación de los barrios, su defensa a ultranza de la municipalidad como el germen de la independencia americana, su alegato fervoroso por las autonomías municipales. Es por ello que este acto de hoy, en que un Concejo edilicio sea el primero en honrarlo en su sexagésimo aniversario mortal está más lleno de significaciones puras.
Estudió el origen y el papel de los cabildos y fue especialista en la materia. Marcará el camino de las instituciones nacientes. Diputado, Presidente de la Asamblea Constituyente y Ministro de Relaciones Exteriores.
La opinión mayoritaria le conoce como poeta, y solo por esta faceta se le alaba o apostrofa. La crítica académica, particularmente acerba, le incriminó su escasa renovación del lenguaje poético, el facilismo, tradicionalismo formal, el afán de encantar al auditorio. Todo lo que forma parte natural de una vigilancia estricta a la evolución de la lírica . Pero también en buena parte, como ocurrió en los años 60, sirvió como blanco fácil para el ataque al gobierno del partido del que fuera esencia. En aquella era de la violencia guerrillera, reputados literatos de la extrema izquierda prodigaron la descalificación sistemática de Gallegos y de AEB para atacar por mampuesto al gobierno democrático.
En su último Canto, dedicado a sus hijos y a todos los niños del planeta cabe todo su sentimiento, toda su angustia, su estremecimiento y su legado. De él emerge como el ruiseñor de lengua cortada, callada y renacida que encarnó durante la vertiginosa singladura de su vida. Mas hoy les aseguro, después de tantos años escuchando variadas loas y contados vituperios, que si hubiera de iniciar de nuevo el camino de la letras , con menos dudas que entonces cuando se confesó poeta, sin duda elegiría la opción que le permitió el raro epítome de poeta popular, que sus versos sean silabeados lentamente en tono de plegaria por los hombres y mujeres del común, y que tras 60 años de transfiguración su nombre aun sea alzado como una bandera.
Mucho más que la gloria de las academias- a las cuales nunca aspiró y por ende a las que nunca fue postulado-, se definió muy temprano como un poeta prestado a la política a nombre de la responsabilidad del pensamiento. Se hermanó con las causas nobles y fue siempre un desprendido paladín de las libertades. Su ideario, fresco aun desde los primeros días de juventud , con los laureles de la fama aun florecidos se definió en vivir es desvivirse por lo justo y lo bello, y se acogió a lo que Trenet llamaba poeta: “esos seres, mitad monstruo, mitad niño ,que se pasan la vida garabateando versos y atrapando metáforas”.
Creó para su gente un imaginario tan robusto que aun sus personajes se debaten entre la vida y la leyenda. Cualquiera puede escuchar la historia de alguien que conversó con Luz Caraballo. Que va a despedirse de la amada diciéndole acongojado "...no se si me olvidarás, ni si es amor este miedo...", o que ante la tragedia del niño cercano clame "...Cuando se tiene un hijo toda risa nos cala, todo llanto nos crispa.. se tiene todo el miedo del planeta...”
Él, inopinado pintor de cielos, dotó al mundo de una pequeña y novedosa mitología, Angelitos negros que oran y cantan en 30 idiomas regados por el mundo.
Quiero concluir estas palabras agradeciendo emocionado a este Ilustre Concejo el recuerdo al poeta y sobretodo la evocación de lo que significó su nombre en la denodada pugna por alcanzar la libertad, la más vieja de nuestras batallas y la más oportuna en esta hora adversa. Y dejo en epílogo de ellas, como en el epílogo de su vida, las de un maestro egregio de América, José Vasconcelos, pronunciadas ante su ataúd hace hoy 60 años:
“El hombre suele conquistar como por milagro las calidades y el esplendor de lo sobrenatural . Este es el caso de Andrés Eloy Blanco que no se hizo entre nosotros pero llegó a ganar por derecho propio el ingreso en la estirpe de los Arcángeles".
Luis Felipe Blanco Iturbe. Cabudare, 21 de mayo de 2015.
Sean tus palabras, puerta abierta a la luz, que dilucide el significado del pensamiento libertario recóndito ahora, y desde hace tiempo en muchos, y visible, en otros tantos. Tus palabras, como elocuencia de la expresión demócrata de un pueblo, desde las voces de los oprimidos, desprendidas del legado que nos dejó Andrés Eloy Blanco y que transciende en la semblanza de su descendencia.
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