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Una visita a Pancho Villa, a 100 años de su muerte

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Doroteo Arango  era el  nombre del  legendario bandolero que azotó las áridas tierras norteñas de México a principios del siglo XX.    Con varios asesinados  a traición en su haber, llega  a construir   la más universal  de las leyendas del país : el pistolero-héroe, el Robin Hood vernáculo. De  cruel criminal pasó a  ser el comandante más popular  de la  larga guerra revolucionaria, y el único hombre que ha invadido a los Estados Unidos sin poder ser  castigado.   Un ídolo sui generis que llegó a sentarse en la Silla Presidencial  en el mismo  Palacio de  Gobierno, el mismo que fuera sesenta años antes la  sede de un Emperador.  Aclaro: Según el hombre  que más ha  investigado y escrito sobre esto, el historiador norteamericano Friedrich Katz  es preferible hablar de rebeliones regionales múltiples antes que de una única Revolución mexicana. Es sabido que  Don Francisco Madero, gobernador del estado de Coahuila, dio el pistoletazo de salida el 20 de noviembre de 1910 sublevándose con

El Descubrimiento

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Agosto 1998. Quinientos años del Descubrimiento Hoy se conmemora medio milenio y veinticinco años desde que esta porción de islas y este cacho de continente fueran avistados por el Almirante del Mar Océano. El genial e infortunado navegante, empeñado entonces más que nunca, con esa sombría terquedad que es como el sello de toda su empresa, cree haber topado con las esquinas de la inmensidad asiática. El 1º de agosto de 1498, desde el extremo sureste de Trinidad, a la que acaba de descubrir y bautizar, otea en la lejanía la tierra continental por primera vez. Desde Boca de la Sierpe divisa la zona que él llama del Arenal, hoy de Punta Pescadores o Punta Bombeador, salientes que cierran el estuario del Caño Macareo. El 5 de agosto toma posesión de Macuro en nombre de los Reyes Católicos (no bajó a tierra por la ceguera que lo afectaba), y el 6, de la desembocadura del río Güiria. Dejó al día siguiente lo que le pareció la Tierra de Gracia, anunciada por la certeza de ver en ese río inmen

Guía para la Sede de las Jornadas 2005

Ha sido una grata tarea servir de narrador  de estas crónicas durante 18 años. Una afición a no despegarnos del precipicio de nuestro devenir. Ojalá esta maniaca perseveración  haya inducido a  alguien a  leer la historia, ahora que la cruenta marcha  de nuestro proceso histórico pretende ser  reescrita. La novedosa algarabía en torno a un supuesto descubrimiento de otra fecha de la fundación de Caracas, es uno de los síntomas del  trastorno, sobre el que  volveremos al término de estas páginas.  El tono ligero que ha privado en estas  crónicas se  ha acoplado a la cadencia despreocupada de  este país de tanto balbuceo a la hora de reclamar sus fueros y   cuyo pecado original son los grandes espacios de silencio espiritual, en contraste con la proverbial vocinglería que lo perfila a diario. Como antecedente, pocas naciones han sentido un silencio comparable  al vacío literario  que esta Provincias  vivieron entre  1629  y 1720. El afán  por querer saber la verdad de nuestro pasado debe