Peripecias en el Montessori
Preámbulo Inscribirnos en la escuela en México fue para mi padre un evento de una significación que asombraba. Andaba exultante- Desde muchos días antes de hacerlo, ya nos reunía y contaba lo fabuloso que había sido para él la experiencia de aprender cosas. Se esforzaba por inocularnos su entusiasmo relatando sus días de clase en Cumaná y sus consecuenciales idas a la playa. Lo escuchábamos temerosos y escépticos, no había playa cerca, y por lo que oíamos de nuestros pares, era un sitio macabro por naturaleza. Su ímpetu inicial incluyó comprarnos unas libretas muy lujosas empastadas, para hacer énfasis en llevar un diario donde anotáramos lo importante de cada día. Yo ya escribía mucho por todos lados, robaba papel de carta— aquel casi transparente— que era el medio cotidiano de comunicarse con el mundo. Mandaba cartas a la gente de mi propia casa. Narraba mis opiniones sobre los accidentes que veía. Ellos guardaron una que otra. Mi hermano inventaba que veía monstruos y ta