Camino de Oriente
Quiero hablar de la carretera de Oriente y su conjuro. Lo que fue el camino a la Tierra Prometida. Desde la albufera de Uchire se siente el aleteo del dulce pájaro de la juventud. La cercanía, el rescoldo de los amores primeros, jagüeyes, faldas largas, rostros sin maquillar. Llegar allá no era un fin sino un largo regocijo. Mi indecible placer de veloz manejar. Alternaba entre atropellar mariposas y esquivar huecos, que siempre se han dado con fecundidad por esos rumbos. La carretera en el mes de julio se cubría de mariposas amarillo pálido, un amarillo limón fosforescente. Parecían exhaladas por la vegetación sedienta . Millones de pétalos ondulan y se estrellan con parabrisas y carrocerías. Un estrafalario suicidio colectivo, como los lemmings en sus migraciones lo hacen en los riscos de Escandinavia. La espesura engendra flores que vuelan hasta encontrar su fin en los coches, impregnándolos con el indeleble maquillaje de su sacrificio. Un regio espectác