Terremotos, allanamientos
Cada uno tiene su memorial de aquella noche de síncope. Cada historia es única, no solo para quien la escucha narrar, sino para la sorpresa del propio narrador al escucharse a sí mismo y darse cuenta de todo aquello de lo que fue protagonista. La mía también me sorprende a mí mismo. Y tiene un largo prólogo. Como para tantas otras infinitas aventuras, su germen está en el valle de los volcanes, la ciudad de los Palacios. Mi primera experiencia geológica la tengo muy clara. Por cierto, es como una fotografía ampliada (en blanco y negro pues, mi memoria aun no había evolucionado a kodachrome). Habitábamos un sencillo pero muy grato segundo piso en la Avenida entonces llamaba Melchor Ocampo, a no más de tres cuadras del sagrado Parque de Chapultepec. Era el año 1951. Y en una hora que me cuadra en la media mañana. Cada uno en el apartamento, por su lado, notó que las cazuelas y vidrios danzaban en los muebles, luego el piso nos crujía y sin orden previa, todos n